En la población de Torrijos está el llamado Cristo de la sangre cuya historia nos ha hecho reflexionar sobre su conexión con otras conocidas figuras a las que se atribuyen cualidades sobrenaturales. Se trata de una figura que fue tenida por especialmente milagrosa debido a una excepcional característica, pese a ser de tamaño natural la imagen cada vez que se la sacaba en procesión parecía “flotar”; no pesaba.
Naturalmente esto llevó a los devotos a asegurar que se trataba de un milagro. Sin embargo la explicación era más natural, no estaba realizada la figura en madera, sino en una pasta con su aspecto y de extraordinarias cualidades.
Y es que la figura no vino de Lima, como en su momento se había pensado, sino que llega al pueblo a finales del S.XVII procedente de Michoacán (México). Allí, en la Nueva España, una tribu llamada Tarascas hacía imágenes con médula de caña de maíz, denominado Tantxingüe.

plantación caña de maiz
Francisco Carrasco de Cebreros, capellán de la Colegiata, fue quien donó este “mágico” Cristo a la Hermandad de la Vera Cruz, alojando la figura en el Hospital de la Santa Caridad, convertida hoy en día en capilla.
Desde tiempos remotos se le atribuyen ciertos poderes a esta figura de tan sólo e increíbles 7 kilos de peso. Recientemente, la imagen ha sido restaurada, recuperando su belleza primitiva.
Las misteriosas figuras “que no pesan”.
A su llegada Michoacán (México) los españoles se maravillaron ante la ligereza de las imágenes sagradas de los indios purépechas: una figura del tamaño de un hombre pesaba escasamente 6 o 7 kgs. Acostumbrados a las pesadas imágenes de la virgen, Cristo y los santos que se hacían en España con pesadas maderas, aquellas figuras sólidas, pero “sin peso”, les parecían milagrosas.

planta que mezclada con la caña de maiz da una pasta parecida a la madera pero mucho mas ligera.
El secreto era simple: Estaban hechas de caña de maíz, un elemento compuesto por fibras huecas y ligeras, ya fuera a partir de pequeños trozos ensamblados o de pasta molida de caña de maíz. El pegamento se extraía de una orquídea y también de otras plantas (el extraordinario y hoy popular “látex” tiene un similar origen al provenir de la savia de otra planta que también intervenía a veces en la composición de los antiguos “santos milagrosos”, la aloe vera). Los primeros religiosos reconocieron de inmediato las ventajas del material, único en el mundo y encargaron a los indígenas la manufactura de estatuas de Vírgenes y Santos. Durante todo el virreinato, muchas iglesias dentro y fuera de Michoacán se surtían de estas figuras sagradas, provenientes de Pátzcuaro.
Durante largo tiempo se pensó que éste era un arte del pasado; sin embargo había un hombre en Pátzcuaro, Don Baldomero Guzmán, quién retomó la tradición y en edad muy avanzada, logró transmitirla a un grupo de alumnos, gracias a un curso patrocinado por la Fundación Cultural Bancomer. Don Baldomero ya falleció, pero debido a su tesón se ha logrado revivir una técnica. Simultáneamente otra persona versada en conservación, pudo conocer la técnica y adiestrar a otros artesanos; gracias a la labor de ambos, hoy podemos comprobar que las figuras “milagrosas” eran una técnica artesanal, hoy por fortuna recuperada.
Antonio Hernández González
Nació en Patamban, Michoacán hace 57 años. De oficio alfarero logró numerosos reconocimientos en su trayectoria como tal. Sin embargo a raíz de una lesión en la columna provocada por cargar un horno, Antonio tuvo que reorientar su actividad. Siempre atraido por la escultura y respondiendo a una convocatoria de la Casa de las Artesanías de Michoacán en 1994, tomó un curso para realizar figuras de pasta de caña de maíz. Este fue un curso de seguimiento al primero que impartió Don Baldomero Guzmán realizó numerosos experimentos para rescatar todos los procedimientos antiguos documentados sobre la elaboración de las piezas hechas con pasta de caña de maíz, incluyendo los aglutinantes a base del bulbo de la orquídea y la savia de la nochebuena.
LA PLANTA DE LA NOCHEBUENA Y SU HISTORIA
Esta flor es de México, a la cual los antiguos pobladores del Valle del Anáhuac denominaron cuetlaxóchitl, que en náhuatl significa "flor de pétalos resistentes como cuero'', y a la que la ciencia botánica ha llamado Euphorbia pulcherrima.
En España suele llamarse “planta o flor de pascua”.
Sebastián Vertí, cronista de las Tradiciones Mexicanas, dijo que antiguamente, al igual que casi todos los pueblos de mesoamérica, daban gran importancia al cultivo de las plantas y flores, de ahí que a los conquistadores les causara gran sorpresa los jardines botánicos que existían, como el de Chapultepec y Oaxtepec.
"En los tiempos de los grandes señores mexicas estos jardines fueron dignos de admiración por todos los congéneres de Moctezuma, por la gran variedad de plantas y flores que ahí se cultivaban.Todo este bagaje cultural del pasado, muestra la dedicación y el buen gusto de los hombres del Anáhuac por las flores.
"De las cuales hasta nuestros días han sobrevivido algunas especies de entonces, que no sólo han llenado los campos y jardines de México, sino que han traspasado nuestras fronteras para halagar con sus colores y perfumes a millones de seres de otros lugares del mundo, llevando en esta forma un mensaje de lo que fuera, hace muchos siglos, el México indígena''.

flor nochebuena
Cuenta Sebastián Vertí que los sacerdotes la contemplaban antes de iniciar alguna ceremonia, por otra parte, la cuetlaxóchitl (flor de nochebuena) era el símbolo de la "nueva vida'' alcanzada por los guerreros muertos en batalla.
"Decían que estos combatientes regresaban a la tierra a libar (chupar) la miel de la flor, como muestra de alcanzar la eternidad'', expresó Vertí.
Para el autor de "Esplendor y Grandeza de Coahuila'' muchos de los conocimientos que se tienen del México antiguo se deben a los soldados que intervinieron en la Conquista, pero la mayoría de ellos llegaron al conocimiento de los mexicanos, gracias a las crónicas de los primeros sacerdotes y hombres de ciencia que vinieron a cristianizar y a estudiar, con ojos no militares, la tierra, las cosas y los hombres del Nuevo Mundo.
"Estos conquistadores reunieron un gran cúmulo de conocimientos interrogando directamente a los nativos y escribiendo lo investigado en obras que dejaron a la posteridad. Ejemplo de estos empíricos del siglo XVI son fray Bernardino de Sahagún y el doctor Francisco Hernández'', dijo Vertí.
Este último (Francisco Hernández) en su obra "Historia Natural de la Nueva España'', se refiere así a la que ahora denominamos flor de nochebuena.
"Es un árbol mediano con hojas de tres puntas sinuosas por uno y otro lado, y flores rojas muy grandes, sumamente parecidas, exceptuando el color, a las hojas mismas del árbol. Nace en cualesquiera región, sean frías o ardientes, y adorna alegre y hermoso los huertos y patios de los indios'', señala el texto.
Sin embargo, para Vertí los datos proporcionados por Hernández en el siglo XVI, fueron de gran importancia, porque esta flor tuvo usos medicinales, entre los que se destaca, que la planta se utilizó para aumentar la leche de las nodrizas, así como ese mismo jugo lechoso se usó como depilatorio.
Actualmente, señaló el cronista, la medicina popular utiliza esta planta en la preparación de cataplasmas y fomentos contra la erisipela y varias enfermedades de la piel; pero, sin embargo, su mayor utilidad en diversos países del mundo es como flor ornamental.
"Es tan conocida esta flor en otros países que desde el siglo pasado formó parte del ornato de los templos europeos en las fiestas de la Navidad de ahí que se afirme que México aportó al mundo la flor de nochebuena o flor de Navidad'', agregó. Pero el nombre que le dio fama internacional es el de "poinsettia'', de hecho, este es su nombre vernáculo en inglés, ya que fue un norteamericano quien hizo popular esta flor fuera de México.
Vertí dijo que el extranjero fue nada menos que el primer embajador que enviaron los Estados Unidos al México Independiente, su nombre Joel Robert Poinsett (1779-1851), de quien se dice ser el descubridor de esta planta en 1828.
El cronista de las tradiciones mexicanas, explicó que este caballero envió semillas de esta flor a su país y tras cultivarlas empezó a venderlas, siendo éste el inicio de la difusión mundial de la flor.

Nochebuena
El Misterios de la Virgen de Guadalupe ¿Una explicación similar a la de los “santos que no pesan?
La apariencia milagrosa de las imágenes que no pesan sabemos ahora que es debido simplemente a las extraordinarias cualidades de las plantas que las componen y no ser de madera como en un tiempo se creyó. ¿Puede haber una explicación similar para la anormal conservación y duración de la imagen de la virgen de Guadalupe?
Podría ser, al menos en parte, pero lo que explicaría la resistencia al paso del tiempo no lo haría en el resto de los enigmas que rodean esta venerada figura.
El códice más antiguo en el que se narran las apariciones de la Virgen de Guadalupe ante un indígena llamado Juan Diego, fechado en 1548, ha sido descubierto en el archivo de un coleccionista privado. El documento, firmado por Fray Bernardino de Sahagún, da cuenta de los extraordinarios hechos acaecidos en 1531 en el Cerro de Tepeyac en el norte de la ciudad de México. El códice ha sido descubierto por el sacerdote jesuita Xavier Escalada, cuando reunía documentación para escribir la "Enciclopedia Guadalupana", obra que será presentada el próximo octubre.
El religioso Xavier Escalada ha declarado que "no hay ningún documento tan antiguo, ni tan claro para probar la historicidad de la Virgen de Guadalupe como este códice".

Virgen de Guadalupe
El documento está escrito en piel de venado y menciona en dos ocasiones el nombre indígena de Juan Diego, "Cuautlactoatzin". Que en lengua náhuatl significa "el que habla como águila", y contiene el glofo (sello) del juez Antón Valeriano, autor de otro libro sobre las apariciones titulado "Nican Mopohua".
"Hemos dado a examinar el códice a los expertos y todos han coincidido en señalar que es auténtico, pues la firma de Fray Bernardino de Sahagún la hemos comparado con las que aparecen en otros documentos y es original", aseguró Escalada.
El texto del códice escrito en náhuatl dice: También en 15 o 31... Cuautlactoatzin... se hizo ver la amada madrecita nuestra niña de Guadalupe en México.
EL MILAGRO DE LAS ROSAS
El sacerdote afirmó que existe una total congruencia entre el "Nican Mopohua", que narra los hechos con palabras, y el recién encontrado de 1548, que es aún más antiguo y que lo hace también con imágenes.
El investigador consideró que la importancia del documento hallado es que demostrará la autenticidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, que habían sido negadas por algunos cronistas.
Según la tradición, la Virgen se apareció en tres ocasiones en el Cerro de Tepeyac ante el beato indígena Juan Diego, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.
"Irás al palacio del obispo de México y le dirás que mucho deseo que aquí, en el llano, se me edifique un templo", le dijo la Virgen.
Tras la primera aparición Juan Diego acudió ante el arzobispo de México, Fray Juan de Zumárraga, a quien transmitió la petición de la Virgen, pero el prelado le pidió una prueba, irrefutable de la insólita aparición.
La Virgen de Guadalupe se apareció ante Juan Diego nuevamente y reiteró su petición, y cuando el indígena le explicó que el arzobispo había solicitado una prueba de que se trataba de una orden divina, le ordenó recoger rosas en el árido cerro y presentarlas ante el religioso.
Juan Diego obedeció la orden, envolvió las rosas en el ayate que vestía y se presentó nuevamente ante el arzobispo para mostrar la prueba de la aparición.
Sin embargo, cuando extendió la prenda, en vez de las flores apareció grabada la imagen de la Virgen.
El misterio ha rodeado a la Virgen de Guadalupe desde su aparición.
En 1938, el premio Nobel de química alemán Richard Khunt analiza los tejidos de la imagen y comprueba que no hay restos del reino animal, vegetal o mineral en los colorantes utilizados para imprimirla.
Antes en el año 1666, se había reunido una comisión de los mejores pintores de la época para dictaminar sobre el lienzo, y en 1571 el pintor mexicano Miguel Cabrera hizo lo propio.
Desde entonces, varios han sido los hallazgos y descubrimientos que los apoyan.
En 1979, los científicos norteamericanos de la NASA Jody B. Smith y Phillip S. Callaghan toman imágenes con infrarrojos de la Virgen sin el cristal protector.
Los científicos concluyen que el ayate (tela de hilo de maguey) carece de preparación alguna, lo que hace inexplicable que los colorantes impregnen y se conserven en una fibra tan inadecuada. Asimismo, aseguran que no hay rastros de pinceladas y que la técnica empleada para imprimir la imagen es desconocida en la historia de la pintura, Smith y Callaghan calificaron estas características de "algo inusual, incomprensible e irrepetible".
Ese mismo año, en el que el Papa Juan Pablo II visita la basílica de la Virgen, un ingeniero de telecomunicaciones, Joseph Aste Tonsmann, profesor de la Universidad de Cornell (Nueva York), se presenta en el templo para someter a la imagen a un proceso de digitalización, con el objetivo de descubrir detalles imposibles de ver para el ojo humano.

Planta Maquey
EN LOS OJOS DE LA VIRGEN
Después de realizar gigantescas ampliaciones de los ojos de la Virgen, descubre trece figuras humanas en su interior.
Este hecho ya había sido narrado por un escritor indígena en la primera mitad del siglo XV y editado en lengua azteca, y en castellano por Lasso de la Vega en 1649.
El descubrimiento condujo a los estudiosos a asegurar que todos los presentes en el palacio obispal en el momento de producirse el milagro de las rosas quedaron reflejados en los ojos de la Virgen.
Años antes, en 1929, el fotógrafo de la basílica, Alfonso Marcué, tomaba unas instantáneas del rostro de la Virgen cuando descubrió una figura en su ojo derecho.
El Abad de la basílica le pidió que guardara silencio, y así lo hizo.
Pero en el año 1951 otra persona observa el mismo fenómeno.
El dibujante Carlos Salinas advierte la figura de un hombre con barba en los ojos de la Virgen mientras tomaba un apunte de la imagen.
Esta vez, la noticia llegó a la prensa, que no tardó en dar publicidad al hecho.
Desde entonces, científicos de todo el mundo se han interesado por la misteriosa imagen.
Tomado de A.B.C. de Londres.
Se organizó un seminario sobre La Virgen
La República Islámica de Irán anunció que organizó un seminario sobre los valores de la Virgen María en el marco de la Conferencia sobre la Mujer que se celebró en Pekín el mes de septiembre.
El seminario, propuesto a iniciativa de las organizaciones no gubernamentales de mujeres iraníes, tuvo como objetivo fortalecer el espíritu de unidad y solidaridad entre todas las religiones, particularmente entre el islam y el cristianismo, afirmó un comunicado del Departamento de la Mujer de la Oficina del presidente iraní.
"María a la luz del Santo Corán y de la Biblia", "María como modelo para las mujeres". "Una mirada a los valores religiosos y al papel decisivo de las mujeres" y "Aspectos comunes del islam y el cristianismo en la esfera social" fueron algunos de los asuntos sobre los que reflexionaron a lo largo del seminario.
"María goza -según el comunicado oficial iraní- de gran estimación entre los musulmanes".
Y para demostrarlo se recuerda que el Corán "tiene un capítulo en su honor (la sura 19) que describe su virtud y castidad así como los milagros del profeta Jesús".
Historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe
Escrita en náhuatl por Antonio Valeriano
Adicionada por Alva Ixtlixóchitl
Publicada por Luis Lazo de la Vega
Traducida por Primo Feliciano Velázquez
Guatemala, 24 de septiembre, del 2000
HISTORIA DE LAS APARICIONES
En orden y concierto se refiere aquí de qué maravillosa manera apareció poco ha la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, Nuestra Reina, en el Tepeyac, que se nombra Guadalupe.
PRIMERO SE DEJÓ VER DE UN POBRE INDIO llamado Juan Diego; y después se apareció su preciosa imagen delante del nuevo obispo don fray Juan de Zumárraga. También (se cuentan) todos los milagros que ha hecho.
PRIMERA APARICIÓN
1. Diez años después de tomada la ciudad de México se suspendió la guerra y hubo paz entre los pueblos, así como empezó a brotar la fe, el conocimiento del verdadero Dios, por quien se vive. A la sazón, en el año de mil quinientos treinta y uno (1531), a pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un pobre indio, de nombre Juan Diego según se dice, natural de Cuautitlán. Tocante a las cosas espirituales aún todo pertenecía a Tlatilolco. Era sábado, muy de madrugada, y venía en pos del culto divino y de sus mandados. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac amanecía y oyó cantar arriba del cerrillo: semejaba canto de varios pájaros preciosos; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitoso, sobrepujaba al del COYOLTOTOTL, y del TZINIZCAN y de otros pájaros lindos que cantan. Se paró Juan Diego a ver y dijo para sí: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo? ¿quizás sueño? ¿me levanto de dormir? ¿dónde estoy? ¿acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho los viejos, nuestros mayores? ¿acaso ya en el cielo?". Estaba viendo hacia el oriente, arriba del cerrillo de donde procedía el precioso canto celestial y así que cesó repentinamente y se hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrillo y le decían: "Juanito, Juan Dieguito".
2. Luego se atrevió a ir adonde le llamaban; no se sobresaltó un punto; al contrario, muy contento, fue subiendo al cerrillo, a ver de dónde le llamaban. Cuando llegó a la cumbre, vio a una señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara.
Llegado a su presencia, se maravilló mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el risco en que se posaba su planta flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas, y relumbraba la tierra como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar, parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro. Se inclinó delante de ella y oyó su palabra muy blanda y cortés, cual de quien atrae y estima mucho. Ella le dijo: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?" Él respondió: "Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de nuestro Señor".
3. Ella luego le habló y le descubrió su santa voluntad, le dijo: "Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del Cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores.
Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano se me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.
4. Ten por seguro que lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Mira que ya has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu esfuerzo". Al punto se inclinó delante de ella y le dijo: "Señora mía, ya voy a cumplir tu mandado; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo". Luego bajó, para ir a hacer su mandado; y salió a la calzada que viene en línea recta a México.
5. Habiendo entrado en la ciudad, sin dilación se fue en derechura al palacio del obispo, que era el prelado que muy poco antes había venido y se llamaba don fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco. Apenas llegó, trató de verlo; rogó a sus criados que fueran a anunciarle y pasado un buen rato vinieron a llamarle, que había mandado el señor obispo que entrara.

Juan Diego
6. Luego que entró, se inclinó y arrodilló delante de él; en seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y también le dijo cuanto admiró, vio y oyó. Después de oír toda su plática y su recado, pareció no darle crédito; y le respondió: "Otra vez vendrás, hijo mío y te oiré más despacio, lo veré muy desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido".
Él salió y se vino triste; porque de ninguna manera se realizó su mensaje.
SEGUNDA APARICIÓN
7. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrillo y acertó con la Señora del Cielo, que le estaba aguardando, allí mismo donde la vio la vez primera. Al verla se postró delante de ella y le dijo: "Señora, la más pequeña de mis hijas. Niña mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandado; aunque con dificultad entré a donde es el asiento del prelado; le vi y expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, pareció que no la tuvo por cierto; me dijo: "Otra vez vendrás; te oiré más despacio: veré muy desde el principio el deseo y voluntad con que has venido…" Comprendí perfectamente en la manera como me respondió, que piensa que es quizás invención mía que Tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual, te ruego encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido, respetado y estimado le encargues que lleve tu mensaje para que le crean porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y Tú, Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía".
8. Le respondió la Santísima Virgen: "Oye, hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por entero mi voluntad, que tiene que poner por obra el templo que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, te envía".
Respondió Juan Diego: "Señora y Niña mía, no te cause yo aflicción; de muy buena gana iré a cumplir tu mandado; de ninguna manera dejaré de hacerlo ni tengo por penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad; pero acaso no seré oído con agrado; o si fuere oído quizás no se me creerá. Mañana en la tarde, cuando se ponga el sol vendré a dar razón de tu mensaje con lo que responda el prelado.
Ya de ti me despido, Hija mía la más pequeña, mi Niña y Señora. Descansa entre tanto". Luego se fue él a descansar a su casa.
9. Al día siguiente domingo muy de madrugada, salió de su casa y se vino derecho a Tlatilolco, a instruirse de las cosas divinas y estar presente en la cuenta para ver enseguida al prelado. Casi a las diez de la mañana, se presentó después de que se oyó misa y se hizo la cuenta y se dispersó gentío. Al punto se fue Juan Diego, al palacio del señor obispo. Apenas llegó, hizo todo empeño por verlo, otra vez con mucha dificultad le vio: se arrodilló a sus pies; se entristeció y lloró al exponerle el mandato de la Señora del Cielo; que ojalá que creyera su mensaje, y la voluntad de la Inmaculada de erigirle su templo donde manifestó que lo quería.
10. El señor obispo, para cerciorarse, le preguntó muchas cosas, dónde la vio y cómo era; y él refirió todo perfectamente al señor obispo. Mas aunque explicó con precisión la figura de ella y cuanto habla visto y admirado, que en todo se descubría ser ella la siempre Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo; sin embargo, no le dio crédito y dijo que no solamente por su plática y solicitud se habla de hacer lo que pedía; que, además, era muy necesaria alguna señal; para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del Cielo.
11. Así que lo oyó dijo Juan Diego al obispo: "Señor, mira cuál ha de ser la señal que pides; que luego iré a pedírsela a la Señora del Cielo que me envía acá".
Viendo el obispo que ratificaba todo, sin dudar, ni retractar nada, le despidió. Mandó inmediatamente a unas gentes de su casa en quienes podía confiar que le vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba y a quién veía y hablaba. Así se hizo.
12. Juan Diego se vino derecho y caminó por la calzada; los que venían tras él, donde pasa la barranca, cerca del puente Tepeyac, lo perdieron; y aunque más buscaron por todas partes, en ninguna le vieron. Así es que regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino también porque les estorbó su intento y les dio enojo. Eso fueron a informar al señor obispo, inclinándole a que le creyera, le dijeron que no más engañaba; que no más forjaba lo que venía a decir, o que únicamente soñaba lo que decía y pedía; y en suma discurrieron que si otra vez volvía le habían de coger y castigar con dureza, para que nunca más mintiera y engañara.
TERCERA APARICIÓN
13. Entre tanto, Juan Diego, estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía, del señor obispo; la que oída por la Señora, le dijo: "Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido; con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has impedido. Ea, vete ahora; que mañana aquí te aguardo".
14. Al día siguiente, lunes, cuando tenía que llevar a Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió. Porque cuando llegó a su casa a un tío que tenía, llamado Juan Bernardino, le había dado la enfermedad y estaba muy grave. Primero fue a llamar a un médico y le auxilió; pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave. Por la noche le rogó su tío que de madrugada saliera, y viniera a Tlatilolco a llamar un sacerdote, que fuera a confesarle y disponerle, porque estaba muy cierto de que era tiempo de morir y que ya no se levantaría ni sanaría.
15. El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa a Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyac, hacia el poniente, por donde tenía costumbre de pasar, dijo "Si me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve la señal al prelado, según me previno: que primero nuestra aflicción nos deje y primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente aguardando". Luego, dio vuelta al cerro, subió por entre él y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no le detuviera la Señora del Cielo.
CUARTA APARICIÓN
16. Pensó que por donde dio vuelta, no podía verle la que está mirando bien a todas partes. La vio bajar de la cumbre del cerrillo y que estuvo mirando hacia donde antes él la veía. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo: ¿QUÉ hay hijo mío el más pequeño? ¿a dónde vas?".
17. -¿Se apenó él un poco o tuvo vergüenza, o se asuntó? -Juan Diego se inclinó delante de ella; y le saludó, diciendo; "Niña mía, la más pequeña de mis hijas. Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿estás bien de salud, Señora y Niña mía? voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío; le ha dado la peste, y está por morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos venimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero si voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname; tenme por ahora paciencia; no te engaño, Hija mía la más pequeña; mañana vendré a toda prisa".
18. Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen: "Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿no soy yo tu salud? ¿no estás por ventura en mi regazo? ¿qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó". (Y entonces sanó su tío según después supo). Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la Señora del Cielo, se consoló mucho; quedó contento. Le rogó que cuanto antes le despachara a ver al señor obispo, a llevarle alguna señal y prueba; a fin de que le creyera.
19. La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera a la cumbre del cerrillo, donde antes la veía. Le dijo: "Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia.
Al punto subió Juan Diego al cerrillo y cuando llegó a la cumbre se asombró mucho de que hubieran brotado tantas variadas, exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo; estaban muy fragantes y llenas de rocío, de la noche, que semejaba perlas preciosas. Luego empezó a cortarlas; las juntó todas y las echó en su regazo. Bajó inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las echó en el regazo, diciéndole: "Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla.
Tú eres mi embajador, muy digno de confianza
20. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo: dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrillo que fueras a cortar flores; y todo lo que viste y admiraste; para que puedas inducir al prelado a que dé su ayuda, con objeto de que se haga y erija el templo que he pedido".
21. Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en camino por la calzada que viene derecho a México: ya contento y seguro de salir bien, trayendo con mucho cuidado lo que portaba en su regazo, no fuera que algo se le soltara de las manos, y gozándose en la fragancia de las variadas hermosas flores.
22. Al llegar al palacio del obispo, salieron a su encuentro el mayordomo y otros criados del prelado. Les rogó le dijeran que deseaba verle, pero ninguno de ellos quiso haciendo como que no le oían, sea porque era muy temprano, sea porque ya le conocían, que sólo los molestaba, porque les era importuno; y además, ya les habían informado sus compañeros, que le perdieron de vista, cuando habían ido en su seguimiento. Largo rato estuvo esperando. Ya que vieron que hacía mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si acaso era llamado; y que al parecer traía algo que portaba en su regazo, se acercaron a él para ver lo que traía y satisfacerse.
23. Viendo Juan Diego que no les podía ocultar lo que traía y que por eso le habían de molestar, empujar o aporrear, descubrió un poco; que eran flores, y al ver que todas eran diferentes rosas de Castilla, y que no era entonces el tiempo en que se daban, se asombraron muchísimo, de ello, lo mismo de que estuvieran muy frescas, tan abiertas, tan fragantes y tan preciosas. Quisieron coger y sacarle algunas; pero no tuvieron suerte las tres veces que se atrevieron a tomarlas; no tuvieron suerte, porque cuando iban a cogerlas, ya no veían verdaderas flores, sino que parecían pintadas o labradas o cosidas en la manta.
24. Fueron luego a decir al obispo lo que habían visto y que pretendía verle el indito que tantas veces había venido; el cual hacía mucho que por eso aguardaba, queriendo verle. Cayó, al oírlo el señor obispo en la cuenta de que aquello era la prueba, para que certificara y cumpliera lo que solicitaba el indito. En seguida mandó que entrara a verle.
25. Luego que entró, se humilló, delante de él, así como antes lo hiciera, y contó de nuevo todo lo que había visto y admirado y también su mensaje. Dijo: "Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora del cielo, Santa María, preciosa Madre de Dios, que pedías una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde ella te pide que lo erijas; y además le dije que yo te había dado mí palabra de traerte alguna señal y prueba que me encargaste, de voluntad condescendió a tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había dicho que me la daría; y al punto lo cumplió: me despachó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la viera, a que fuese a cortar varias rosas de Castilla. Después que fui a cortarlas, las traje abajo; las cogió con su mano y de nuevo las echó en mi regazo, para que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores, porque sólo hay muchos riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé; cuando fui llegando a la cumbre del cerrillo miré que estaba en el paraíso, donde había juntas todas las varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío que luego fui a cortar.
26. Ella me dijo por qué te las habla de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. Helas aquí: recíbelas.
Desenvolvió luego su blanca manta, pues tenía en su regazo las flores; y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre virgen Santa María, Madre de Dios, de la manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se nombra Guadalupe.
27. Luego que la vio el señor obispo, él y todos los que allí estaban se arrodillaron; mucho la admiraron; se levantaron; se entristecieron y acongojaron, mostrando que la contemplaron con el corazón y el pensamiento.
El Señor obispo, con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón de no haber puesto en obra su voluntad y su mandato. Cuando se puso de pie, desató del cuello de Juan Diego, del que estaba ataba, la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo. Luego la llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día más permaneció Juan Diego en la casa del obispo que aún le detuvo. Al día siguiente, le dijo: "Ea a mostrar dónde es voluntad la Señora del Cielo que le erija su templo". Inmediatamente se convidó a todos para hacerlo.
28. No bien Juan Diego señaló dónde había mandado la Señora del Cielo que se levantara su templo, pidió licencia de irse. Quería ahora ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, el cual estaba muy grave cuando le dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdote, que fuera a confesarle y disponerle, y le dijo la Señora del Cielo que ya había sanado. Pero no le dejaron ir solo, sino que le acompañaron a su casa.
29. Al llegar, vieron a su tío que estaba muy contento y que nada le dolía. Se asombró mucho de que llegara acompañado y muy honrado su sobrino, a quien preguntó la causa de que así lo hiciera y que le honraran mucho. Le respondió su sobrino, que cuando partió a llamar al sacerdote que le confesara y dispusiera, se le apareció en el Tepeyac la Señora del Cielo; la que, diciéndole que no se afligiera que ya su tío estaba bueno, con que mucho se consoló, le despachó a México, a ver al señor obispo para que le edificara una casa en el Tepeyac. Manifestó su tío ser cierto que entonces le sanó y que la vio del mismo modo en que se aparecía a su sobrino; sabiendo por ella que le había enviado a México a ver al obispo. También entonces le dijo la Señora que, cuando él fuera a ver al obispo, le revelara lo que vio y de qué manera milagrosa le había sanado; y que bien la nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre Virgen Santa María de Guadalupe.
30. Trajeron luego a Juan Bernardino a presencia del señor obispo; a que viniera a informarle y atestiguara delante de él. A entrambos, a él y a su sobrino, los hospedó el obispo en su casa algunos días, hasta que se erigió el templo de la Reina en el Tepeyac, donde la vio Juan Diego. El señor obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del cielo; la sacó del oratorio de su palacio, donde estaba, para que toda la gente viera y admirara su bendita imagen. La ciudad entera se conmovió: venía a ver y admirar su devota imagen, y a hacerle oración. Mucho le maravillaba que se hubiese aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen.
LA CIENCIA ANTE EL MISTERIO DE GUADALUPE
Conclusiones de un estudio basado en tecnología digital
La tecnología digital da nueva luz a uno de los fenómenos que es todavía una incógnita para la ciencia: el misterio de los ojos de la Virgen de Guadalupe. Los resultados de esta investigación fueron revelados el 11 de enero pasado en una conferencia dada por el ingeniero José Aste Tonsman, del Centro de Estudios Guadalupanos de México, en el Ateneo pontificio "Regina Apostolorum", de Roma.

Ojo Virgen
El doctor Aste, graduado en ingeniería en sistemas ambientales por la Universidad de Cornell, ha estudiado durante más de veinte años la imagen impresa de la Virgen en el burdo tejido hecho con fibras de maguey -una especie de cactus- de la tilma del beato Juan Diego, el indígena que recibió las apariciones que cambiaron decisivamente la historia de México. Se trata de una tela que no dura más de veinte años, pero la imagen se mantiene intacta como el primer día desde hace 470 años, después de haber permanecido más de un siglo sobre una pared húmeda, entre el humo de miles de velas, y manoseada por muchedumbres de indios.
En su conferencia, el doctor Aste insistió en que nos encontramos ante una imagen "que no ha sido pintada por mano de hombre". Ya en el siglo XVIII varios científicos realizaron pruebas científicas que mostraban cómo era imposible pintar una imagen así en un tejido de tal textura. Richard Jun, premio Nobel de Química -recordó el doctor Aste Tonsman-, hizo análisis químicos en los que se pudo constatar que la imagen no tiene colorantes naturales, ni animales ni mucho menos minerales. Dado que en aquella época no existían los colorantes sintéticos, la imagen, en este aspecto, es inexplicable.
En 1979 los estadounidenses Philip Callahan y Jody B. Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron con sorpresa que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con ningún tipo de técnica.
Aste se pregunta: "¿Cómo es posible explicar esta imagen y su consistencia en el tiempo sin colores y con un tejido que no ha sido tratado? Es más, ¿cómo es posible que, a pesar de que no haya pintura, los colores mantengan su luminosidad y brillantez?".
El ingeniero peruano añadió que "Callahan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridiscencia, una técnica que no se puede reproducir con manos humanas".
Pero, en particular, este prestigioso científico ha investigado el enigma de los ojos. El reflejo transmitido por los ojos de la Virgen de Guadalupe es la escena en la que Juan Diego mostraba al obispo fray Juan de Zumárraga y a los presentes en la estancia el manto con la misteriosa imagen. Era el9 de diciembre de 1531. Comenzó a desarrollar su estudio en 1979. Aumentó los iris de los ojos de la Virgen hasta alcanzar una escala 2.500 veces superior al tamaño real y, a través de procedimientos matemáticos y ópticos, logró identificar doce personajes impresos en los ojos de la Virgen.
En los ojos de la Virgen -revela- se encuentran reflejados los testigos del milagro guadalupano, el momento en que Juan Diego mostraba el ayate al obispo. los ojos de la Virgen tienen así el reflejo que hubiera quedado impreso en los ojos de cualquier persona en esa posición.
Se puede individuar un indio sentado, que mira hacia lo alto; el perfil de un hombre anciano, con la barba blanca y la cabeza con calvicie avanzada, como el retrato de Juan de Zumárraga realizado por Miguel Cabrera para representar el milagro; un hombre más joven, con toda probabilidad el intérprete Juan González; un indio de rasgos marcados, con barba y bigote, que abre su propio manto ante el obispo, sin duda Juan Diego; una mujer de rostro oscuro, una sierva negra que estaba al servicio del obispo; un hombre de rasgos españoles que mira pensativo acariciándose la barba con la mano. En definitiva, en los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe está impresa una especie de instantánea de lo que sucedió en el momento en que tuvo lugar el milagro.
En el centro de las pupilas, además, a escala mucho más reducida, se puede ver otra escena, totalmente independiente a la primera. Se trata de una familia indígena compuesta por una mujer, un hombre, y algunos niños. En el ojo derecho, apare cen otras personas de pie detrás de la mujer.
Hasta aquí llega la ciencia, fue la conclusión de Aste Tonsman. El cómo se ha realizado algo tan maravilloso no es posible descifrarlo con métodos científicos. El investigador peruano, sin embargo, se aventura a ofrecer un por qué: considera que en los ojos de la Virgen hay un mensaje "escondido" reservado para nuestro tiempo en el que la tecnología es apta para descubrirlo, y cuando este mensaje es más necesario. "Este puede ser el caso de la imagen de la familia en el centro del ojo de la Virgen, en una época en que la familia está bajo un serio ataque en nuestro mundo moderno" . Un mensaje, además, universal y antirracista, pues varias etnias se encuentran reflejadas.
Detrás del Santo Ayate
Se han hecho hallazgos insólitos al estudiar la tilma de Juan Diego, que es una manta rala, tejida con fíbras de maguey
Se han hecho hallazgos insólitos al estudiar la tilma de Juan Diego, que es una manta rala, tejida con fíbras de maguey.
Los indígenas testigos de las infomaciones de 1666 declararon que con este tipo de ayate "se cernía tierra y era incapaz de pintura, ni aún consentía rayas de carbón o tinta"
A pesar de que, durante los 116 años siguientes a las Apariciones, la imagen estuvo expuesta a la humedad, salitre y humo de velas, los colores se han conservado.
Las 46 estrellas de la imagen coinciden con la posición de las constelaciones en el cielo, en el solsticio de invierno de 1531.

Tejido con fibras de Maquey
Frecuentemente se denomina tilma al tejido en el que está estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe. Esta palabra, que procede del náhuatl tilmatli, es el nombre de un lienzo de tela que solía ser de algodón y que usaban los indios pudientes.
El ayate, en cambio, es un tejido burdo confeccionado con hilo de maguey, que era usado por los hombres de campo y los pobres, como era el caso de Juan Diego.
Ambos tejidos cumplían una función similar a la de la capa, anudándose al cuello o en el hombro, cubriendo el cuerpo hasta la altura de la rodilla. Sin embargo, dada la pobreza de Juan Diego, él sólo podía portar un ayate, que es entonces el término más correcto.

Estructura tejido ayate tradicional
El Santo Ayate
Se han hecho hallazgos insólitos al estudiar la tilma de Juan Diego, que es una manta rala, tejida con fíbras de maguey.
Los indígenas testigos de las infomaciones de 1666 declararon que con este tipo de ayate "se cernía tierra y era incapaz de pintura, ni aún consentía rayas de carbón o tinta"
A pesar de que, durante los 116 años siguientes a las Apariciones, la imagen estuvo expuesta a la humedad, salitre y humo de velas, los colores se han conservado.
Las 46 estrellas de la imagen coinciden con la posición de las constelaciones en el cielo, en el solsticio de invierno de 1531.
El Secreto de sus Ojos
Investigadores, fotógrafos y oftalmólogos han descubierto en los ojos de la Virgen de Guadalupe el reflejo de figuras humanas
Primeros descubrimientos
Desde principios del siglo XX diversos investigadores, fotógrafos y oftalmólogos han afirmado haber descubierto en los ojos de la Virgen de Guadalupe el reflejo de figuras que parecieran corresponder a siluetas humanas.
Alfonso Marcué, fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió en 1929 lo que parecía la imagen de un hombre barbado reflejada en el ojo derecho de la Virgen.
En 1951, José Carlos Salinas Chávez, dibujante, descubrió la misma imagen mientras observaba con una lupa una fotografía de la Virgen de Guadalupe. La vio reflejada también en el ojo izquierdo, en la misma ubicación en donde se proyectaría en un ojo vivo.
Dictamen médico y el secreto de sus ojos
En 1956 el doctor mexicano Javier Torroella Bueno hizo el primer reporte médico de los ojos de la Virgen Morena. El resultado: se cumplían, como en cualquier ojo vivo, las leyes Purkinje-Samson, es decir, hay un triple reflejo de los objetos localizados enfrente de los ojos de la Virgen y las imágenes se distorsionan por la forma curva de sus córneas.
El mismo año, el oftalmólogo Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la Santa Imagen y confirmó la existencia de la silueta en los dos ojos de la Virgen que había descrito el dibujante Salinas Chávez.
Córneas
A partir de 1979, el doctor en sistemas computacionales y licenciado en ingeniería civil José Aste Tönsmann, fue descubriendo el misterio que encierran los ojos de la Guadalupana. Mediante el proceso de digitalización de imágenes por computadora descubrió el reflejo de 13 personas en los ojos de la Virgen Morena de acuerdo a las leyes de Purkinje-Samson.
El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 mm) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo, si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la imagen.
Si una obra con detalles tan minuciosos como ésta es imposible para el hombre de hoy, a pesar del desarrollo tecnológico actual, con mayor razón sería algo inalcanzable para cualquier artista del año de 1531.
Significado de las imágenes
El 9 de diciembre de 1531, la Virgen María pidió a Juan Diego que le construyeran un templo en el Tepeyac para dar a conocer a Dios,“y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa(...)”, Nican Mopohua Núm.33.
De acuerdo con la hipótesis del autor, estas 13 figuras en conjunto nos revelan un mensaje de la Virgen María dirigido a la humanidad: Ante Dios los hombres y mujeres de todas las razas son iguales.
La presencia del grupo familiar (de la figura 7 a la 13) en ambos ojos de la Virgen de Guadalupe, en opinión del doctor Aste, son las figuras más importantes de las que se encuentran reflejadas en sus córneas pues están ubicadas en sus pupilas, lo que quiere decir que María de Guadalupe tiene a la familia en el centro de su mirada compasiva.
Pudiera ser una invitación a buscar la unidad familiar, a acercarse a Dios en familia, especialmente ahora que la sociedad moderna ha devaluado tanto a la familia
Estampación
El doctor Aste Tönsmann afirma que en el momento en que Juan Diego fue recibido por el obispo Zumárraga, la Virgen María se encontraba presente, invisible para los que allí estaban, pero observando toda la escena, y por tanto, tenía reflejadas en sus ojos las imágenes de todos los ahí presentes, incluyendo al mismo Juan Diego.
Cuando el vidente desplegó la tilma y cayeron las rosas, la imagen de Nuestra Señora se estampó en el ayate, tal como estaba en ese instante, es decir, llevando en sus ojos el reflejo de todo el grupo de personas que observaba el milagroso acontecimiento.
De esta manera la Virgen de Guadalupe quiso dejarnos una “fotografía del hecho” de su estampación milagrosa. Es legítimo pensar que si Juan Diego hubiera traído la imagen ya estampada en el ayate, Zumárraga no le habría creído
Pruebas
El doctor Aste Tönsmann sostiene que una de las pruebas más contundentes de la existencia de las figuras en los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe, es justamente su presencia en ambos ojos y el hecho de que ocupan las mismas posiciones relativas, es decir, aparecen en el lugar correspondiente a los reflejos en las córneas de una persona viva. El resultado asombroso por sí mismo, elimina la posibilidad del azar.
Los procesos utilizados para la verificación de las imágenes encontradas en una fotografía de la Virgen de Guadalupe y la comprobación de su existencia en otras fotografías de ella misma son acordes con el método científico. Los procesos más importantes son los siguientes:
1) El “mapeo”, que consiste en tomar las coordenadas de pares de puntos equivalentes en la superficie de los dos ojos, y, mediante Regresión Lineal, encontrar dos funciones matemáticas que permitan calcular las coordenadas “x” e “y” de cada punto equivalente, de un ojo en el otro. La coincidencia de las imágenes encontrada a través de este método es impresionante.
2) La “serie de transición”. Gracias al proceso de metamorfosis (Morphing) el doctor Aste encontró series de imágenes que muestran una secuencia de transición entre el rostro descubierto en una de las córneas y su equivalente en la otra
Los personajes
El resultado de 20 años de cuidadoso estudio de los ojos de la Virgen de Guadalupe ha sido el descubrimiento de 13 minúsculas figuras, afirma el doctor José Aste Tönsmann.
1.- UN INDÍGENA OBSERVA CON ATENCIÓN: Aparece de cuerpo entero, sentado en el suelo. La cabeza del indígena está ligeramente levantada y parece dirigir su mirada hacia arriba, en señal de atención y reverencia. Destacan una especie de aro en la oreja (arracada) y huaraches en los pies.
2.- EL ANCIANO: A continuación del indígena se aprecia el rostro de un anciano, de calva grande, nariz prominente y recta; ojos hundidos que ven hacia abajo y barba blanca. Los rasgos coinciden con los de un hombre de raza blanca. Su gran parecido a la cara del obispo Zumárraga, como aparece en las pinturas de Miguel cabrera del siglo XVIII, permite suponer que se trata de la misma persona.
3.- EL HOMBRE JOVEN: Junto al anciano está un hombre joven con facciones que denotan asombro. La posición de los labios del joven parecen dirigir la palabra al presunto obispo. Su cercanía con él ha llevado a pensar que se trata de un traductor, pues el obispo no hablaba náhuatl. Se cree que se trata de Juan González, joven español nacido entre 1500 y 1510.
4.- JUAN DIEGO: Se evidencia el rostro de un hombre maduro, con aspecto indígena, con barba rala, nariz aguileña y labios entreabiertos. Lleva un sombrero con forma de cucurucho, de uso corriente entre los indígenas dedicados a las faenas del campo en esa época. Lo más interesante de esta figura es la tilma que lleva anudada al cuello, extiende el brazo derecho y la despliega en dirección a donde se encuentra el anciano; la hipótesis del investigador supone que esta silueta corresponde al vidente Juan Diego.
5.- UNA MUJER NEGRA, UN HALLAZGO SORPRENDENTE: Detrás del supuesto Juan Diego, aparece una mujer de ojos penetrantes que mira con asombro. Sólo pueden verse el busto y la cara. Es de tez morena, nariz achatada y labios gruesos, rasgos que corresponden a los de una mujer de raza negra. El padre Mariano Cuevas en su libro: “Historia de la Iglesia en México” comprueba que el obispo Zumárraga había concedido en su testamento la libertad a la esclava negra que le había servido en México.
6.- EL HOMBRE BARBADO: En el extremo derecho de ambas córneas aparece un hombre barbado, con facciones europeas al que no ha sido posible identificar. Muestra una actitud contemplativa, su rostro expresa interés y perplejidad; mantiene la mirada hacia el lugar en donde el indígena despliega su tilma.
UN MISTERIO DENTRO DEL MISTERIO: En el centro de ambos ojos aparece lo que se ha denominado “grupo familiar indígena”. Las imágenes son de diferente tamaño a las demás, sin embargo estas personas guardan entre sí un mismo tamaño y componen una escena diferente.
Una mujer joven de rasgos muy finos que parece mirar hacia abajo. Tiene sobre su cabello una especie de tocado: trenzas o cabello entretejido con flores. Sujeto a su espalda se distingue la cabeza de un bebé en un rebozo.
A un nivel más bajo y a la derecha de la joven madre está un hombre con sombrero y entre ambos, se observa una pareja de niños. Otro par de figuras, esta vez de hombre y mujer maduros se encuentra de pie, atrás de la mujer joven.